miércoles, 30 de marzo de 2011

SERENATA DE LUNA LLENA

Cuchicheos en mi cuarto.
Y en mi mente
restos de tus quejidos.
No puedo despertar de este sueño.
Devuélveme mis sentidos.



Autora: Nuria L. Yágüez


Seguir leyendo(...)


miércoles, 23 de marzo de 2011

LO QUE EL VIENTO NO SE PUDO LLEVAR

Yo tengo un cuaderno naranja y bonito. De tapas translucidas donde nada se puede esconder. Es un cuaderno lleno de páginas, con cuadros, y palabras. Tiene muchas palabras. Pero lo que más tiene son sentimientos. Este cuaderno naranja es mi mejor amigo. Es al que yo cuento todo lo que siento, todos mis sentimientos están allí guardados, porque se que es un buen confidente y nunca me juzga.

Ayer pensé que debía hablarte de sentimientos y saque un cuaderno grande y azul, lleno de hojas en blanco. Pero ese cuaderno no conoce bien lo que siento y a cada palabra que escribía me interrogaba preguntándome, porqué ponía esa palabra y no otra. Me sentí mal, muy mal. No quería juicios, ni siquiera dar explicaciones. Quería describir los sentimientos a bocajarro, con la claridad con que los vivo, pero se me hacía difícil y mi mente estaba turbia y confunsa. Así que cerré el cuaderno. Me puse mi pijama de franela, preparé un tazón de leche caliente y cogí mi cuaderno naranja, ese amigo que tan bien me conoce.

Empecé a escribir, y escribí sentimientos cargados de rabia y dolor, pero él no estaba conforme con lo que escribía y después de unas cuantas hojas me dijo: “Detente un minuto. Lee lo que has escrito y dime si te reconoces en tus palabras.” Como cualquier buen amigo me dio un sabio consejo que me hizo recapacitar. Volví atrás, leí, y lloré sin saber de donde habían aparecido esas palabras. Arranque las hojas después de pedirle permiso y juntos fuimos hasta la basura para deshacernos de tanta mentira. Después me calmó diciendo “duerme tranquila, mañana será otro día. Esto también se lo llevará el viento.”

Hoy al despertar tome mi cuaderno naranja y me senté delante de la humeante taza de café. Abrí el cuaderno y empecé a escribir. Nos miramos y entonces supe que el viento se llevó algo, el rencor, la intolerancia, la negatividad. Tome mi pluma y escribí así:

“Debajo de esta isla redonda como una galleta, apenas mordisqueada por los bordes, bañada por la blanca espuma de las olas del mar, se forman habitualmente tormentas tropicales con ganas de volver a casa. Cabalgan entre terribles olas y cuando llegan más allá del océano, al lejano continente, descargan todas las lágrimas que han ido acumulando durante tantos kilómetros de soledad.

Pero esta vez, Delta se sintió perdida y después de partir en busca de todas las tormentas que le precedieron, sintió que quería llevarse algo más. Algún regalo, eso que todas las anteriores echaron tanto de menos durante su viaje. Y volvió atrás. Regresó sobre sus pasos y al tocar tierra, levantó techos, tumbó árboles y derribó muros en busca de aquello que buscaba. Buscaba un amor que llevarse con ella. Y nos encontró a nosotras.
Delta, nunca había visto un amor tan lindo y sincero, un amor tan mágico. Cuatro ojos mirándose con tanta dulzura, dos bocas saciando sus penas, unas almas tan dañadas y con tantas ganas de sanar. Y sopló con fuerza, pero supo que no conseguiría arrancarnos algo que con tanto deseo creamos. Buscó durante unas horas otra pareja con un amor como el nuestro y no lo encontró. De modo que retornó con más virulencia de la que nunca tuvo y nos vio aferrarnos a nuestros sentimientos sabiendo que era lo más preciado que teníamos.

Y no tuvo que pensar mucho.

Supo porque nuestro amor no podría llevárselo. Supo que mientras mantuviéramos la conciencia, nuestro amor estaría a salvo. Por eso el amor es tan fácil de arrebatar. Porque casi todos los enamorados pierden la razón cuando sienten la belleza del amor. Se enamoran de sus emociones, de las sensaciones que el amor les provoca, el ritmo inusual de su corazón, el cosquilleo en el estómago, la sonrisa permanente cuando escuchan la voz de su amada. Y solo piden más y más, olvidándose que quien provoca esas emociones no es el amor, si no la persona que tienen en frente.

Afortunadamente Delta era lista, pero no tenía la fuerza suficiente, esa fuerza que da el sentir tu amor en otra persona, la fuerza que da verte en los ojos de tu amada y saber que cuando parpadees no desaparecerás, la fuerza que da el pedir y aceptar el perdón, el perdonar, el respeto mutuo, el soñar con tu boca y la mía entrelazadas, el caracolear en tu cabello, el colmarte la espalda de caricias, el sentir el calor de tu piel en mis manos horas y horas después de dejarte en casa, el respirar tu aire y compartir el mío.

Hoy se ha roto el cielo y ha llorado la impotencia de Delta por tener que volver a partir sola.”

Ahora al terminar de escribir mi cuaderno naranja ha suspirado conmigo, y me ha dado su bendición. Ahora se que el vendaval se llevo nuestra cordura pero el sueño nos la devolvió. Ese sueño que tú y yo creamos y colmamos de amor mientras dormimos y soñamos, despiertas.

Te amo mi locura,…, te amo con todo



 Autora: Nuria L. Yágüez

Leer más de la autora      Leer más Cartas

Seguir leyendo(...)


domingo, 20 de marzo de 2011

RIETE CUANTO QUIERAS




Riete cuanto quieras
que ahora mi corazón descansa.
A mi me queda esperanza,
a ti sólo risa, y es falsa.

Riete cuanto quieras
que hoy por fin comprendí,
que cada risa que brota de tus labios
es una lágrima que lloras por mi.

Riete cuanto quieras
que a mi el dolor se me pasará
pero la indigestion mental que tú tienes
no te dejará jamás.




Autora: Nuria L. Yágüez


Seguir leyendo(...)


sábado, 19 de marzo de 2011

TE QUIERO PAPI

Dicen que madre solo hay una. No voy a ser yo quien ponga esto en duda, pero yo también tengo un solo padre, y es la leche. Hoy no voy a escribir ningún cuento, ni poesía, hoy es el día del padre y he hecho 2000 kilómetros para estar con él. Así que os pido que comprendáis que hoy no escriba nada, me voy a hablar con él. Mañana será otro día, yo al menos éste le quiero para decirle con gestos lo mismo que le digo cada día con palabras. TE QUIERO PAPI.

Seguir leyendo(...)


domingo, 13 de marzo de 2011

ENTRE TU Y TO



         No podría soportarlo por más tiempo y así se lo estaba haciendo saber a Juan cuando llegamos al garaje. En la oficina todos se estaban volviendo locos por momentos y la tensión iba en aumento. Desde que se había extendido el  rumor de la reducción de personal, todos parecían trabajar a marchas forzadas. Todos estaban siempre demasiado ocupados buscándose ayudantes para dejar claro que ellos eran imprescindibles en sus puestos y era los demás los que tenían tiempo de sobra. Y si hasta ese momento no habían ayudado a nadie, habían estado perdiendo el tiempo de la empresa. Pero ahora eran los ayudantes los que estaban de trabajo hasta las cejas, sin tiempo para abrir su boca y los responsables los que se pasaban el día intentando arreglar la situación de la empresa, con reuniones inútiles donde se hablaba y hablaba sin llegar a sacar nada en claro.

Yo no paraba de hablar y Juan escuchaba atentamente todos los comentarios, los detalles y las réplicas de los comentarios con estoicismo y en silencio. Aparcó el coche y fue sacando las bolsas una a una repartiéndolas entre las cuatro manos. Yo las cogía sin dejar de criticar a Sandra y a  Marta a las que había pillado en la sala del café criticando a la secretaria del jefe por hablar por teléfono, cuando ellas en lugar de hablar por teléfono lo hacían bis a bis. Cuando llegamos al buzón Juan lo abrió sin dejar de escuchar como las críticas habían pasado al departamento de ventas por la mala gestión del material de oficina, pues si estaban buscando recortar el presupuesto podíamos empezar por no malgastar en papel de la impresora, en horas de uso de internet con motivos personales, en incontables llamadas absurdas a teléfonos móviles, etc y tal vez así, echarían a una persona menos. Recogió el correo y fue metiendo las cartas entre sus dientes y tirando la propaganda a una de las bolsas de fruta, se detuvo en una carta y después de darle varias vueltas me la puso bajo el brazo. Justo cuando protestaba por la cantidad de cambio que habían hecho en la decoración de los pasillos. Al abrir la puerta soltó todas las bolsas en el pasillo y desapareció tras la puerta del baño.
-      Y luego se pasan el día criticándose unos a otros en lugar de hacer cosas más útiles,...,- dije levantando el volumen para no dejar de hablar.
-      Un momento cariño que no puedo aguantar más, ahora sigues.

Salté por encima de las bolsas para conseguir llegar a la cocina. Al dejar las bolsas tomé la carta preguntándome porque me la había dado a mí en vez de abrirla él como siempre hacía. Y al mirarla detenidamente reconocí inmediatamente la letra. No la abrí enseguida. Había hablado tanto que las palabras todavía retumbaban en mi mente, pero yo ya no estaba allí. La visión de esa letra me había trasladado a otros momentos vividos muchos años antes. Era como una recesión en el tiempo, diez años atrás. La di una vuelta y otra y no había duda, era tu letra. Cuando Juan salió del baño me miró tranquilamente mientras se comía una manzana.
-      ¿Qué pasa? ¿De quien es?

-      De Sara.- Dije con la seguridad de que él sabría a quien me refería.

-      ¿Y qué dice?
-       No lo sé, aún no la he abierto.- A mí la llegada de tu carta me había dejado paralizada pero él seguía danzando por la cocina guardando la compra y dando grandes mordiscos a la manzana. 

-      ¿A que esperas?- Suspiré, la dejé sobre la mesa y empecé también a guardar las cosas que habíamos comprado, sin poder responderle.

Pasé la vista sobre las palabras de aquel sobre cerrado unas cuarenta veces durante la cena sin poder moverlo de donde estaba. Había esperado esa carta tantísimo tiempo que ahora ya no sabía si quería leerla o no. Había esperado tantas veces noticias de ti, y te había echado tanto de menos que ahora no estaba segura de querer volver a las andadas. Toda la elocuencia que me había acompañado durante la tarde se tornó silencio, por aquella dichosa carta.
-      ¿Qué pasa? ¿Qué piensas?- Preguntó Juan.
-      En nada.
-      En algo pensarías.- Dijo tratando de elevar su tono de voz sobre el atronador silencio. Notó que no podía apartar la vista de la carta y él mismo le dirigió una mirada.
-      No pensaba en nada.- Se dio cuenta enseguida y se apartó del tema.
-      ¿Nos vamos a la cama? El día ha sido muy largo.- Yo también me di cuenta de lo que él proponía.
-      Ve tú, voy a recoger un poco la cocina, no puedo dejarla así.- Suspiró y los dos dimos el tema por zanjado. Nuestra relación había llegado a un punto donde las palabras directas se hacían innecesarias. Dejó su servilleta doblada sobre la mesa y me besó dulcemente antes de irse a dormir.
-      Te quiero ¿Lo sabes?- sonreí como respuesta pues estaba claro que lo dos lo sabíamos.
-      Buenas noches amor.
-      No tardes o mañana estarás cansada.

Entonces nos quedamos allí, y a solas, tu carta y yo. Tú y yo.

Volví a mirarla y vinieron a mí, recuerdos no muy recientes. De hacía algo más de diez años. De aquella época en que aprendimos juntas a vivir. Entonces, nada se interponía en nuestro camino. El mundo era demasiado grande para nosotras pero en nuestras mentes, solo estábamos tú y yo. Entonces no éramos, ni lo que ellos decían, ni lo que nosotras creíamos, éramos solamente tú y yo. No había curvas ni espirales, todo era sencillo. Nuestro mundo estaba lleno de personas, pero para nosotras, solo estábamos tú y yo. Éramos la misma persona en dos cuerpos diferentes. Solo estábamos tú y yo. Pero ahora me pregunto dónde quedó aquel tiempo. Ahora pienso porque desaparecieron aquellos años en los que solo estábamos tú y yo. Que lindo recuerdo, tú y yo. Hoy daría mi brazo derecho por una amistad como esa.

Volviendo al presente puse la mano sobre la carta todavía cerrada. La di un par de vueltas más entre mis dedos y por fin la abrí. La carta estaba cuidadosamente escrita con una esmerada letra redonda. En papel antiguo, con pluma estilográfica en un sobre amarillento sellado con lacre rojo y el sello con tus iniciales. Como toda la vida habías hecho, te habías tomado tu tiempo en preparar el ataque. Habías cuidado cada detalle, para parecer más delicada que yo. Si, ya lo sabía y no hacía falta que me lo recordaras. Yo siempre había sido más sencilla. Sentía, y tal y como sentía, actuaba. Tú, por el contrario, actuabas como hubiera actuado una princesa.



Hola Nuria ¿Cómo estas?

Te preguntarás que hago escribiéndote y es lógico, pero a veces creo que es mejor hacer lo que a uno le sale del corazón.

También es posible que sea demasiado tarde para nosotras (o quizá nunca sea tarde) en definitiva, todo viene porque el sábado, abrí la caja de cartas antiguas y destapé la caja de Pandora, me di cuenta que te recordaba con tanto cariño que no podía dejar pasar esta ocasión. El mismo cariño con el que recuerdo a otras personas y que desgraciadamente hoy no puedo escribirlas.

Pensé en llamarte pero deseché la idea porque me sería muy difícil expresarte lo que siento y probablemente tu te preguntarías “¿a que viene esto?”.

Mi vida ha cambiado mucho, supongo que la tuya también, es probable que ni siquiera recibas esta carta pero prefiero intentarlo.

En fin, si piensas como yo a pesar del tiempo y crees que valdría la pena vernos esta es mi dirección...

... Sigo trabajando en el mismo sitio.

Me encantaría tener noticias tuyas, aunque si no te apetece lo entenderé.

Besos

Sara





Tu caligrafía no había cambiado, tu mismo estilo, tu misma esencia. Seguías siendo tú. Tras esas palabras seguía apareciendo la misma chica fresca, alegre y divertida, que un día fuiste, pero también la pulcra y casi calculadora. Eran pocas las palabras que intentaban convencerme de un nuevo encuentro, porque la seguridad en ti misma, te hacía suponer que yo accedería enseguida. Sin embargo, no me dejabas un resquicio por donde huir. Me dabas la dirección de tu casa, tu teléfono personal, la dirección de tu trabajo, tu teléfono directo, tu dirección de e-mail, tu número de fax,...,  Y volvías a poner la responsabilidad en mis manos.

Mi vida también ha cambiado mucho, pero en esencia ha cambiado mi forma de verla y vivirla. De momento no supe que sentir pues la rabia cegó mi vista. Te había despreciado tantas veces, te había culpado tantas veces de haber tirado mi corazón por tierra, que ahora no podía aceptar que me dijeras lo que me decías, que me apreciabas y me sigues apreciando. No podía aceptar que me pasaras la bola dando la vuelta a la tortilla, porque yo estaba segura de no querer recoger ese testigo que me tendías. En un principio, ni siquiera estaba dispuesta a mirar si me lo ofrecías, y había accedido, pero ahora estaba segura de no querer aceptar tu propuesta. Tú volvías dispuesta a demostrarme que era yo la que no había hecho nada por salvar nuestra amistad. Pero estabas equivocada. La dejadez que me invadió en aquellos días era una tabla de salvación. Volví a meter la carta en el sobre y la tiré sobre los restos de comida. No podía permitirme el lujo de volver a sufrir por ti. Antes de seguir sintiendo me fui a la cama a dormir. Dejando la cocina tal y como estaba.

Un mes había pasado en el que poco a poco fueron volviendo a mí, recuerdos de entonces. Yo me negaba a revivirlos pero se colaban en mis sueños y horadaban mi alma. A veces te encontraba oculta entre mis conversaciones y entonces me reprendía a mi misma por dejarte entrar en mi vida de nuevo. Fueron tantas las experiencias que juntas vivimos,..., Formaban parte de mi y eso no podía olvidarlo. En una ocasión leí en algún sitio que el hombre que olvida su historia corre el riesgo de cometer los mismos errores. Quería olvidarte pero ahora me preguntaba si habías sido un error en mi vida o el error lo cometimos al apartar nuestros caminos. ¿A qué venía ahora escribir esta carta, como si siguiera siendo tu mejor amiga? ¿Tal vez te encontrabas sola? ¿Tal vez intentabas recobrar antiguas amistades porque no tienes otras? ¿Tal vez tenías un profundo y tremendo dolor en tu alma y necesitabas una mano amiga que te ayudara a comprender que la vida es más de lo que a veces parece? Volvió a mí el recuerdo de nuestro distanciamiento y te aparté de un plumazo de mi mente. No podía ni imaginar, si así era, que vinieras a pedir ahora, aquello que me negaste tajantemente cuando yo lo necesité.

     Siempre te había culpado a ti y supongo que de la misma manera tú habrás encontrado motivos suficientes para apartar de ti toda sombra de culpabilidad. Cada una tendrá su versión de los hechos donde con seguridad, se encontraran pocas coincidencias. Pero pienso que ha pasado demasiado tiempo como para entender la causa. No es momento de encontrar culpables, es momento de buscar un nuevo cruce de caminos. No podía entender porque estaba sintiendo esto. Por que estaba planteándome una nueva oportunidad. Después de lo que me hiciste no te la mereces. Pero así es la vida y así soy yo. La seguridad guía tus pasos pero la duda rige mi vida. Me maldije por haberme desecho de la carta. Todavía tenía un resquicio por donde buscar. Me habías dicho que seguías trabajando en el mismo sitio. Buscaría el teléfono y te llamaría allí.

No tardé en encontrarlo. No resulto difícil, una simple llamada a información me guió hacia aquel cruce de caminos. Pero entonces comprendí que no era tu teléfono lo que necesitaba. Era valor.

Hoy he cogido el teléfono y he marcado los primeros números. Siento que me ahogo. He dudado y opto por depositar el auricular sobre la horquilla con cuidado. Suspiro profundamente tratando de recuperar la serenidad perdida. No puedo creerme que una simple llamada me esté costando tanto trabajo. ¿Será porque recuerdo tanto dolor como amistad? ¡Y cuánto te quise Sara! Por más que lo intentes nunca alcanzarás a imaginarlo. Me tiembla el pulso y se me ha acelerado la respiración. Miro los papeles de mi mesa como si en ellos fuera a encontrar las palabras oportunas. “No sigas un guión, improvisa, me digo a mi misma, ella habría seguido una infalible estrategia, tú eres simplemente tú y sigues tus pasos”. Vuelvo a descolgar y marco todos los números de un tirón.
-      Dígame.- No puedo creerlo, es tu voz. Me aparto el teléfono de la oreja como si pudieras verme por la línea telefónica. Es estúpida mi reacción, pero esperaba que fuera otra persona la que contestara al aparato. Cuando me lo vuelvo a acercar a la oreja, sigues repitiendo.- ¿Hola? ¿Hola?

Justo en este momento comprendo que diez años son demasiados. Que un motivo como el que originó nuestro distanciamiento hubiera resultado suficiente para convertir el punto y aparte, en un punto y final. Ahora se que diez años, después de aquello, son insalvables para cualquier persona, pero también siento que diez años después de tanto amor no son nada y el dolor sigue estando en mi alma. Me encuentro aquí, escuchándote sin nada que decirte. Me siento estúpida por no poder siquiera contestarte, pero siento que el tiempo y las circunstancias habrán moldeado nuestros caracteres de forma diferente, y será imposible volver a encontrar aquella inseparable amiga del alma que un día fuiste. Hoy tú serás tú y yo seré yo, ya no existirá un tú y yo, si no un tú y un yo. Ya no habrá nada de aquello que un día nos mantuvo unidas, y los recovecos de nuestras almas que un día encajaban a la perfección se habrán ido erosionando de forma diferente. Mientras mantengo todavía el auricular pegado a mi oreja, cuelgo delicadamente con la otra mano, despacito para que no escuches que me estoy yendo. Siento algo que me oprime el alma pero por primera vez, después de mucho tiempo, estoy contenta de haber hecho algo con total convencimiento.

No me juzgues mal. No pienses que he sido cobarde. Yo sé valorar el hecho de que hayas dado un primer paso al escribir esta carta. Pero también hay que ser muy valiente para decir “basta”. Quiero que seas realista y comprendas que ya no hay nada que hacer. Tal vez si esta carta hubiera llegado antes,..., Tal vez, pero nunca se sabrá. Trata de ser feliz, yo siempre valoraré esta carta por encima de todas las cosas que de ti recuerde. Ahora cerraré el sobre, pondré un sello y esperaré que hayas comprendido todas y cada una de las palabras que aquí te he puesto.



 Autora: Nuria L. Yágüez







Seguir leyendo(...)


miércoles, 9 de marzo de 2011

¿POR QUE DUELEN TANTO NUESTROS MUERTOS?

¿Por qué nuestros muertos nos duelen tanto?
¿Por qué causan tan honda la herida?
¿Y no aprendemos con cada despedida
y seguimos por siempre en el dolor ahondando?

Si hasta el perro recuerda siempre a su amo
y la mano que lo alimentó,
¿cómo olvidar el dolor de la ausencia
de aquella que un día nos dio su calor?

¿Por qué ese dolor nunca se olvida?
¿Ni el latido de la que fue tu sangre?
Que hasta aquel perro muerto de hambre
Recuerda el camino a su guarida.

¿Qué será eso tan grande que a aprender nos obligan
y nosotros obviamos por huir del dolor?
Y qué gran maestra es la vida,
que si no lo aprendemos,
nos repetirá la lección.



Autora: Nuria L. Yágüez


Seguir leyendo(...)


domingo, 6 de marzo de 2011

LA FUNAMBULISTA DE TUS SUEÑOS

Soy la funambulista de tus sueños
 a mil kilómetros del suelo.
Un vacio a cada lado.
Y yo colgada en el cielo.

Camino por el alambre,
sabiendo que el único lugar seguro,
estará cuando el presente se haga pasado
pues a tu lado no hay futuro.

Aun así sigo caminando
sin arnés ni red de seguridad.
Mientras tú vives y disfrutas,...,
yo muero en mi temeridad.

Y sigo en la cuerda floja
sin amarre en ningún extremo,
creándome la falsa  fantasía
que disfruto lo que en realidad  temo.


Autora: Nuria L. Yágüez



Seguir leyendo(...)


jueves, 3 de marzo de 2011

EL BAILE DE LOS COBARDES

No hubo un ruido, ni una pesadilla. Esta noche había conseguido dormir bien pero mis ojos volvieron a abrirse mucho antes de que el despertador sonase. Los números en verde iluminados sobre la oscuridad total de la habitación lo confirmaron. Eran las cuatro de la mañana y mis ojos se negaron a volver a cerrarse. Algo andaba mal en mi cabeza y yo sabía perfectamente que era eso que torturaba mi mente y más concretamente mi conciencia. Me incorporé en la cama y prendí un cigarrillo. No podía dejar de pensar en ti. Obsesionabas mi mente.

         Tengo que aclarar que en algún momento había llegado a sentir algo por ti, aunque no tenga muy claro que había sido. Tal vez una inmensa gratitud, tal vez lástima, simplemente amistad. No lo sé. Quizá no sintiera nada y mi mente se viera obligada a pensar que hubo algo. No sé que pasó, pero ahora tengo claro que el amor no fue lo que me impulsó a unirme a ti. Ahora me veo obligado a poner fin a esta situación que no quise empezar. Me siento mal porque sé que tu me amas con la ceguera del amor verdadero. No se como hemos llegado aquí pero tenemos que terminar con esto.

         Los números verdes alertaban de la incipiente llegada de la mañana y aún no sabía como decírtelo. Me sentí solo. Cuando alguna noche me despertaba y al abrir los ojos te veía aquí, tumbada al lado derecho de mi cama, me gusta verte dormir. Me gusta ver tu pelo sobre mi almohada, tu cuerpo desnudo, tus curvas desdibujadas en la penumbra. Acompasar mi respiración a la tuya, relajada, rítmica, sin perturbación alguna. Sentirte mía. Podía pasarme horas enteras mirándote. Tal vez sea solo eso lo que pretendo, tal vez solamente necesite tu compañía. Tal vez. Pero todo el que se acerca a mí termina sufriendo y tú eres demasiado débil para aguantarlo. Sé que vas a pasarlo muy mal y no te merezco. El caso es que no sé porque pienso todo esto. Si no siento nada por ti porque trato de protegerte. En otras ocasiones ha sido más fácil. Un adiós, si lo hubo, terminó con muchas de mis relaciones anteriores. Pero ahora es distinto.

         Siento que es tu amor infinito el que me asusta. Cuando tus ojos me miran, brota amor de ellos, y eso me impide acercarme a ti. Algo me grita “¡HUYE!”, desde lo más profundo de mi ser. Y entonces no puedo más. Me siento sucio por continuar con esta farsa, haciéndote pensar que yo también te quiero. Siento un miedo atroz de que despiertes del cuento que tienes montado en tu mente. De ese cuento que yo te hice creer. No puedo enfrentarme a ti, a tu delicado amor, a tus mimos, a tu desmesurado cuidado por buscar siempre las palabras que yo quiero oír. Me agobias. Quiero estar solo y poder sentirme solo. Necesito hundirme en el lodo de la autocompasión, como he vivido siempre. No estoy acostumbrado a ser feliz y creo que tu amor puede llevarme muy cerca de este sentimiento.

         Hace semanas que te demuestro que no te quiero. No atiendo tus llamadas. No te llamo nunca, y cuando vienes a verme me muestro apático y desagradable. Pero tu pareces no darte cuenta y me tratas con más amor que antes. No estoy en tu mente, pero creo que debes pensar que estoy deprimido por algo y tienes que ayudarme a superarlo. Como si lo viera. Me gustaría poder discutir contigo y que me mandes a paseo, pero cuando inicio la bronca, terminas dándome la vuelta como si no fuera contigo. ¿Es que no tienes dignidad?

         El sol entra ya por mi ventana y me siento más cansado que cuando me acosté. Cansado física y psicológicamente. Ha llegado el momento, hoy pondré fin a este ilógico amor. Voy a decir basta. Te diré que no es nada personal, que me he sentido feliz a tu lado pero que tu mereces algo mas que todo lo que yo pueda ofrecerte nunca. Tu te mereces alguien que te quiera. Alguien que te dé el mismo amor cálido que tu ofreces. Y que yo no puedo darte. Jamás podría hacerte feliz. No tengo los mismos sentimientos que tu, ese amor limpio, esa sinceridad absoluta, esa necesaria ingenuidad. Son sentimientos que nunca he conocido. Yo estoy hecho de una pasta diferente. Yo me aprovecho de la gente, y a ti te amo demasiado como para abusar más de ti. Por eso quiero que salgas en busca de ese príncipe azul que siempre perseguiste  y que tu te mereces. ¡Búscale!. Ten paciencia y búscale por que al final lo encontrarás.

         Oigo que se abre la puerta, y cuando salgo compruebo aunque ya lo sabía que eres tú. Hoy estás preciosa. Irradias esa sensación de vitalidad que siempre te acompaña. Hueles al perfume de jazmín, que yo te regalé, y que nunca te gustó usar. Yo, sin embargo, aún no me he duchado, ni me he afeitado, me siento como un cerdo en un banquete de boda.
. Hola.- Me dices con frescura y me dejas un tímido beso colgando de los labios.- He traído chocolate con churros porque sé que te encantan.- Y continuas tu camino hacia la cocina.
- Ves preparándolo.- Te digo sin más- Yo me voy a duchar.



         Este chico es un zoquete pienso mientras pongo el chocolate en las tazas. Estoy harta de él. Ayer quedamos claramente a las diez de la mañana y todavía no se había levantado. Me crispa los nervios. Pero será por poco tiempo. Cuando salga le voy a armar una escena, a ver si reacciona de una vez. Esto empezó como un simple rollo, y últimamente parecemos un matrimonio de lo más convencional. No puedo con ese desánimo suyo. He sabido desde un principio que esta relación no iba a ningún sitio pero ahora no se como decirle que paso de él.

         Ya me lo avisaron mis amigas, “salir con tío mayor que tú termina por aburrirte”, pero él en un principio iba de tío legal. Ahora, sin embargo, parecen haberle caído los años encima. Odio tener que estar siempre esperándole. Es como si saliera con la liebre del cuento. Va de liebre, pero lleva dentro una tortuga. Paso de seguir así. Antes me ponía mucho, siempre estabamos haciendo algo diferente. Salíamos de viaje, íbamos a sitios distintos, salíamos por la noche, nos emborrachábamos juntos. Pero últimamente el único sitio que vemos son las cuatro paredes de su casa. Empiezo a agobiarme. Me he vestido como a él le gusta y me he puesto su perfume, le traigo su desayuno preferido y todo sin saber porque. Quizá trato de endulzarle un poco el mal rollo de escuchar  lo que vengo a decirle. “Vamos a dejarlo ¿Vale?”

         Hay algo que me lo impide y no sé que es. Pienso que es por que está solo en el mundo y cuando le diga que paso de su rollo va a deprimirse mogollón. Ultimamente debe intuirlo y está hecho polvo. Eso me ralla cantidad. A su edad uno no sale del bache así como así. Me acojona mucho que se le vaya la hoya y eso me echa para atrás. Tal vez, le diga que él necesita una persona que le comprenda más que yo. Que sepa darle esa serenidad que él necesita, porque yo estoy demasiado loca como para estar a su lado. En realidad me gustaría que fuera él quien se diera cuenta, porque yo siempre lo hago así. Cuando me canso de un tío empiezo a ser yo misma y terminan mandándome a paseo. Es mi forma de dejarlo, porque me acojona que empiecen a decir que me quieren y que podemos intentarlo de nuevo. No hay nada que me parezca más patético que un tío suplicando a una tía.

Y el caso es que debería pirarme sin más. Cambiar de número, al fin y al cabo que sabe él de mi vida, más que mi teléfono y el numero de matrícula de mi coche. Siempre nos hemos visto en su casa, nos hemos movido en mi coche y hemos terminado en su cama. Si cogiera la puerta y me pirara, cambiara de móvil y vendiera mi coche, no podría encontrarme jamás. Sería mucha casualidad, que un día nos encontráramos en la calle, pues vivimos en barrios diferentes, pero después de esto no creo que se parara a saludarme. Es cojonudo. ¿Cómo no lo había pensado antes?. Me piro.

Te dejo las llaves sobre la mesa blanca y planto mis labios junto a ellas dejando la huella de mi carmín. Salgo sin hacer ruido de la cocina y justo cuando paso junto a la puerta del baño sales tu. No sientes pudor de que te vea desnudo. De acuerdo que nos hemos acostado muchas veces y conocemos el paisaje de nuestros cuerpos de memoria, pero esto es diferente. Quizá sea yo quien lo vea diferente porque acababa de tomar la decisión de dejar de ser esa que tiene derecho a verte desnudo por la casa sin ruborizarse. La verdad es que tu cuerpo no deja ver los años que tiene tu mente. Estás como un tren y me detengo a mirarte una vez más.

Te quedas mirándome fijamente. Parecemos dos pasmarotes en medio del pasillo. Yo me he quedado cortada porque me has pillado mientras huía. Pero ¿Y tú? ¿Qué miras? ¿Por qué me miras como si me vieras de nuevo después de una vida sin verme? Te acercas a mí y me besas en la oreja. No puedo soportar que un hombre me bese en la oreja. Me pone cardiaca y lo haces porque lo sabes. Trato de calmarme y mantengo mi mente fría como lo estaba hace tan solo un momento. Pero tu insistes. Termino por echarte los brazos al cuello y te beso ardientemente en la boca. Te estás emocionando y sé que no podremos parar. O salgo ahora mismo corriendo por la puerta o terminaremos de nuevo en tu cama. Me coges en brazos y me metes en tu dormitorio. Sé que se me ha hecho tarde. Pero no pasa nada tengo tiempo.

Hacemos el amor salvajemente como a ti y a mí nos gusta. Hacemos todo ese tipo de cosas que están vedadas a la vista de los demás. Todas las diferencias que nos separan hacen de este un amor oculto tras una cortina. O simplemente por no caber en las mentes planas de la gente que el amor es libre, y con plena libertad ha de hacerse. No creo que nadie comprenda porque estamos juntos, a veces ni yo misma lo comprendo, pero cuando estamos en la cama se aclaran muchas de mis dudas. Ahora lo que no comprendo es porque quería irme. En realidad te adoro. Nadie en el mundo podría jamás complacerme como tú lo haces. Sabes en cada momento lo que quiero y simplemente me lo das. Cuando necesito un poco de independencia, pareces comprenderlo y dejas de llamarme; cuando necesito que me ames, creo comprender para qué se hizo el mundo y cuando simplemente necesito saber que estás ahí, te muestras discreto a mi lado, sin hablar, casi apático, haciéndome comprender que sigues a mi lado para cuando yo te necesite. Te amo. Por que el amor es eso saber compenetrarse en todo momento.




Me miras desde el otro lado de la cama, desde tu lado derecho. Siempre te duchas mientras me fumo un cigarro, pero esta vez no. Te estás recreando en tus pensamiento y me pregunto que piensas. No dejas de mirarme y sonríes como una tonta. Adoro tu sonrisa y pienso como he podido pensar que nunca te he amado. Además no sé quien soy yo para tomar decisiones sobre tu vida. Has estado fantástica y eso es signo de que estás a gusto a mi lado a pesar de mi mal humor. Ahora me siento el hombre más feliz del mundo. Ahora lo tengo claro. Ya sé que es eso que tanto me atrajo a ti. Tu dualidad. Me pregunto como puedes perder esa timidez tuya cuando se apaga la luz y se iluminan nuestros corazones. Nunca terminaré de conocerte. A veces pienso en cuanto tardaría en olvidarme de ti si llegáramos a romper. Pensé que no menos de doce días, ni más doce meses, pero ahora comprendo que tardaría doce vidas.





 Autora: Nuria L. Yágüez





Seguir leyendo(...)


SORPRENDIDO

Del mismo modo que la moto sigue tambaleante su camino y cruza la pista aún cuando el piloto ha caído.

Igual que el pueblo sigue corriendo cuando la nube en forma de seta asciende hasta el cielo.

Caminaba en torero con la muerte escrita en la cara cuando el ladrón, con el arma ensangrentada, huía apresurado por aquel callejón oscuro.



Autora: Nuria L. Yágüez




Seguir leyendo(...)


martes, 1 de marzo de 2011

EL OTRO LADO DEL ESPEJO

En ti había imaginado
todo aquello que imploro.
Eran tan altas las expectativas,...,
pero no se puede tener todo.

Hemos  cruzado el espejo.
Y se ha desvanecido la magia que habíamos imaginado
Que torpes, no darnos cuenta
que ya estábamos al otro lado.



Autora: Nuria L. Yágüez


Seguir leyendo(...)