martes, 7 de diciembre de 2010

EL ANTERIOR ALCALDE

Vicente Holgado nunca puso demasiado empeño por demostrar a nadie, ni siquiera a si mismo, que supiera hacer otra cosa, más que aquella para la que el alcalde, le había propuesto. Y era por eso que nadie, ni siquiera el mismo, sabía lo que era capaz de hacer.

Cuando con doce años quedó huérfano de padre y madre, mandaron un nuevo alcalde y este le propuso como aguador del ayuntamiento, y como no hubo ninguna oposición, cada mañana, su único trabajo era mantener fresca el agua de todos los botijos del ayuntamiento. Se lo tomaba muy en serio. Y lo hacía muy bien. Cuando el agua corriente llegó al ayuntamiento, Vicente Holgado creyó que su vida laboral terminaría allí mismo, pues el no sabía hacer otra cosa. Vicente se vino abajo. Pero el señor alcalde le propuso de pregonero y como no hubo ninguna objeción, ocupo sin reparo alguno su nuevo trabajo. Pero el progreso le seguía los pasos y también le relegó de su puesto de pregonero. Aquel día Vicente Holgado pensó. “En veinte años he pasado por dos trabajos diferentes y siempre ando con la mosca detrás de la oreja porque tarde o temprano siempre me echan. Pensándolo bien, el único puesto que no ha variado es el del alcalde.” Y como no hubo ningún voto en contra, destituyeron al anterior alcalde y le nombraron a él. En 17 años no tomó ninguna decisión por propia voluntad. Cuando hubo que tomarla, él sin saber que hacer, acudía a pedir consejo al anterior alcalde, y si no había ninguna réplica, que nunca la hubo, se hacía lo que él decidía. Una mañana Vicente Holgado subió al desván de su casa y algo llamó su atención. Una trompeta envuelta en una polvorienta tela de hilo descansaba enmudecida entre trastos viejos. Vicente se la llevó a la boca y se sorprendió de la bella melodía que arrancó del viejo instrumento. Fue a ver al anterior alcalde para enseñarle su descubrimiento. - Es curioso- dijo- cuando mi madre murió descubrí que bajo su colchón guardaba una imagen de un joven trompetista en una calle oscura delante de un cartel de luces de colores. A la vuelta de la foto había unas letras escritas pero no sé leer. Así que no sé que decían. Yo siempre desee ser él. Siempre deseé ser trompetista en un viejo club de París. Y hoy curiosamente descubro que de tanto ver aquella foto, aprendí a tocar la melodía que yo le imaginaba. - Aquel trompetista era el hermano de tu padre. Las letras decían que mientras que aquella trompeta sonara él la amaría, y que mantuviera la esperanza de que volvería a por ella. Unos meses después recibió su trompeta. Y supo que si él no la hacía sonar, ya nunca sonaría. Por eso tu madre decidió darte un padre y se casó con el alcalde, guardaron la trompeta donde jamás nadie la hiciese sonar y vivieron por tu felicidad. Por eso, si de verdad sabes tocarla, debes hacerlo, para que ella no olvide nunca lo que él la amó. –Y tras su aclaración, se le enturbió la mirada de recuerdos y el corazón de nostalgia. Esa misma tarde Vicente Holgado salió de su casa con destino a París, decidido a tocar aquella melodía todos y cada uno de sus días, y dejó solo a su padre en aquel pueblo, donde ya solo vivía el anterior alcalde.    
 Autora: Nuria L. Yágüez

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