jueves, 4 de noviembre de 2010

CARICIAS AGRIDULCES

Llegaba a tiempo una de esas caricias que levantan el ánimo y animan. Que enternecen el corazón cuando lo miran. Que te sacan del lodazal cuando ya no caminas.
Llegaba a tiempo.

Olga se hundía en la parte más oscura de su corazón desde hacía mucho tiempo y había estado a punto de tirar la toalla. No podía recordar cuando había cambiado su forma de ver la vida. Perdió su sonrisa en algún lugar, en algún momento, y lo más triste es que nunca la había echado de menos. Sólo cuando Sito la tumbó en la cama y acaricio su espalda en la más absoluta oscuridad añoró aquellos momentos. Una lágrima recorrió su garganta e inundó su corazón pero la soledad que había sentido, y de la que había tenido que defenderse, impidió que sus ojos se humedecieran. Olga permanecía tumbada de espaldas a los pies de la cama, y él apoyado sobre su codo, la acariciaba con ternura.
- ¿Qué ves?- Preguntó Sito.
- Nada, está todo a oscuras.- Se dio la vuelta para hablar con él.
- Para mí también y yo si veo. Veo mucha tristeza y veo que estás llorando. No por tus ojos, pero si en tu interior.
- Eres muy sensible, Sito. Pareces el príncipe de un cuento.- Sito le besó la cuenca de los ojos como siempre hacía. Ahuecó su pelo y le acarició el rostro. Adoraba aquel tacto. Sentía como Olga temblaba por el frío de aquella habitación. Él mismo estaba inquieto y no podía parar sus manos, que recorrían con entusiasmo aquella anatomía femenina.- Me encanta como me acaricias.
- Nunca te he pedido nada.- Empezó Sito a hablar con dulzura.- Nunca te he ofrecido nada. No lo hice por miedo a que lo rechazaras.- Medía sus palabras, pronunciándolas lenta y pausadamente por el miedo que tenía a decirlas.- Pero hoy si voy a hacerlo.- Acarició su rostro de nuevo.- Me voy y quiero que vengas conmigo. Quiero pasar el resto de mi vida junto a ti. Te necesito para respirar.
- ¿Dónde vas?- Preguntó como si fuera lo más importante ignorando el resto de su monologo.
- De ti depende. Si tú vienes iremos al paraíso. Y si no vienes iré lejos de todo lo que me recuerde a ti.- Por primera vez en mucho tiempo Olga exteriorizó sus sentimientos y una lágrima rodó por su mejilla.
- No me conoces, Sito. ¿Cómo puedes pedirme algo así?
- Porque me importas más que yo mismo. La parte que conozco de ti es tan bella, que no creo que hubiera nada de aquello que desconozco, que me hiciera cambiar mi forma de verte. Necesito tanto estar a tu lado que podría ir al infierno si tú estuvieras allí. Y sentirme cómodo.
- Te repito que no me conoces.- Sito suspiró cansado.
- Eso es lo que te pido, que me des la opción de conocerte para demostrarte lo verdadero que es mi amor.
- Te adoro.- Olga besos sus labios que tardaron en reaccionar y cuando Sito buscó su boca ella se había tumbado de nuevo. Él buscó su cara y acaricio sus labios en busca de lo que quedaba de aquel beso robado. Mendigo los restos de aquella esencia y suspiró de amor.
- Si es verdad que me adoras, y yo se que es verdad; ven conmigo.- Cada vez que Sito la pedía que fuera con ella una nueva lágrima brotaba de sus ojos.- No llores; es muy fácil, solo tienes que decir que sí.- Olga sonrió con ironía.
- No lo entiendes. No puedo.- Susurró.
- ¿Estás cómoda?
- Sí.
- ¿No ves? No es tan difícil. Acabas de decirlo. Sí; sí; no es tan difícil. Juntas los dientes y dejas que salga el aire. Es más fácil decir “sí” que decir “no”.- Olga sonreía de nuevo.
- No desvaríes. No puedo irme contigo. Mi lugar es este.

Sito abrazó el cuerpo flácido de Olga. Beso su cuello. Ella se dejó besar sin mover un solo músculo de su cuerpo, con los brazos lánguidamente extendidos en cruz. Abandonada a la desgana. Sito buscó su boca y la beso con firmeza, mordió sus labios y acarició su tacto con la lengua. Ella le cogió la cabeza y le beso con sentimientos fingidos. Sito lo intuyó e intentó apartarse pero ella se abrazó a él con fuerza.
- No me beses así. Se que hasta ahora no he sido nada para ti pero ahora quiero ser tuyo.
- Sito por favor. Yo solo,...,
- No Olga, no. No lo digas. Nunca te había besado con pasión porque nunca busqué un beso forzado. Nunca hicimos antes el amor porque no quería sexo, sino amor. Y si lo hicimos el último día que nos vimos, antes de tu viaje fue por amor. O por lo menos yo pensé que era amor, pero ahora creo que me equivoqué.
- No, amor mío. He entendido todo lo que trataste de decirme con gestos, pero no soy más que una ,...,- Olga se detuvo y sentenció- Soy una puta. ¿Sabes lo que es eso?
- Esa será tu profesión pero tus sentimientos hacia mí están muy lejos de eso.- Olga suspiro profundamente pues sabía que era verdad. Estaba ciegamente enamorada de Sito, pero en su cabeza había una tremenda barrera que siempre le había impedido sentir amor por un cliente. Su amor era incapaz de saltar ni derribar aquella barrera pues con el paso de los años ella se había encargado de reforzarla. Sito no dejaba de acariciar su cara y sentía en ella la tensión.- Sobre todo no me ignores.- Suplicó Sito.- Te lo pido por favor, no ignores lo que sientes.
- Vale, es cierto, te quiero más que a nada en el mundo. Pero amo la parte de ti que conozco, no se si podría amar al resto de tu ser como te amo a ti.- En realidad Olga solo había necesitado una cosa de Sito y ya la tenía. Ahora le adoraba por lo que le había enseñado pero lo que le había enseñado era justamente que no necesitaba a nadie. De Sito aprendió que por muy triste que pareciera su vida en ese momento, era su vida porque ella la había elegido para si. Y que cuando ella quisiera podía cambiarla. Porque en su mano estaba el poder hacerlo.- Creo que no te amo como tú me amas a mi y no quiero hacerte daño.
- Probémoslo.- Sito no quería darse por vencido.- Hiéreme, yo se que quien juega con fuego se quema, pero yo tengo el mechero en mi mano y quiero jugar con él. Soy adulto como para decidir si quiero quemarme o no.
- Pero Sito no nos conocemos.- Insistió ella.
- Alfonso Celesner y ¿usted? Olga García ¿Verdad?- Dijo tendiéndole la mano. Se levantó, encendió la luz y sirvió dos vasos de Ron-miel. Él seguía con su mano extendida y ella le puso en ella uno de los vasos. Sito lo bebió de un trago y se dejó caer en la cama de espaldas abatido por la negativa. Él sabía que siempre la había esperado a ella. No sabía porque, pero eran muchos pequeños detalles los que le hicieron saber desde el mismo momento en que los presentaron, que siempre que pensó en una mujer lo hizo en ella. Pero no sabía como hacérselo ver. Temía que si se lo decía directamente ella se asustara y saliera corriendo sin más y la perdiera para siempre.- Tú no lo entiendes pero te necesito a mi lado Olga.

Olga bebía lentamente, en silencio, sentada en el silloncito azul de raso que había junto al tocador. Le miraba y sentía auténtica lástima por él. Ocultó su cara entre las manos y lloró en silencio. Él habló desde su apartado retiro.
- Recuerdo la primera vez que nos vimos. Tú habías ido a la fiesta de un amigo. Yo pude ver desde el primer momento que tu corazón pedía amor. Y tú presentiste con acierto que el mío pedía compañía. Y te detuviste durante veinte minutos, después de tu baile para hablar conmigo. Cuando te levantaste de mi lado empecé a echarte de menos. Y a los diez minutos de irte ya tenía tu teléfono en mis manos. Te llamé y una fría recepcionista me ofreció la tarifa de tus servicios. Yo pregunté “¿Y casarme con ella? ¿Cuánto me costaría casarme con ella?” Ella no sonrió siquiera, pero me dio cita para la noche siguiente. Tú te asombraste cuando después de cenar te dejé en la puerta del taxi sin acariciarte la cara siquiera. Así un día tras otro. Hoy ha sido la primera vez que has venido tú a mí. Es nuestra primera cita sin dinero de por medio. ¿Por qué lo has hecho? Mira en tu interior y dime si no es amor lo que has sentido para llamarme y quedar conmigo.
- Sólo he venido a decirte que no volveremos a vernos nunca más. Te pido que si algún día alguien te pregunta a quien amaste, no le hables de mí. Miente y di que nunca encontraste el amor en tu vida. Nunca pienses en lo que no te pude dar.- Sito sintió como si le atravesaran el corazón con un hierro incandescente.- Quiero que sepas que eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Te quiero con locura y tú lo sabes. Yo por mi parte, simularé con una sonrisa en los labios, si alguien me pregunta, que nunca te conocí. Y cuando mi hijo me pida que le cuente un cuento, le contaré la historia de una princesa que se enamoró de un trovador ciego que vio una noche en un sueño y que desde entonces vivió para soñar cada noche con él. Y por eso la creyeron loca.
- ¿Tienes un hijo?
- No, todavía no.

Se mantuvieron por un momento absortos en sus pensamientos. Después él se levantó y buscó en el suelo su bastón blanco. Buscó torpemente a Olga en un espacio que le era desconocido, tropezando con todo lo que encontró en su camino. Se arrodillo delante del sillón y se abrazó a ella, puso su cara entre sus piernas y dijo.
- Si quieres que me vaya, muy a mi pesar, me iré. Pero no me pidas que te olvide, porque eso si que no podré hacerlo nunca.
- Vale, no me olvides pero no me recuerdes con el amor con que lo haces ahora, porque me destrozas el corazón.

Estuvieron abrazados toda la noche. Acariciándose con un amor que se les escapaba entre los dedos. A la mañana siguiente abandonaron el hotel y con un abrazo sentenciaron el final de un amor que ninguno de los dos pudo dar por terminado. Un taxi se llevó a Olga y Sito se dio la vuelta para no verlo.

Autora: Nuria L. Yágüez
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