jueves, 28 de octubre de 2010

EQUILIBRIO

Prefiero ser un desequilibrado
Si entiendes por equilibrio;
Llorar una vez,
por cada vez que he reído
No se contar,
O no las quiero contar.
Por eso prefiero reír
y que me encierren por mi felicidad.


Autora: Nuria L. Yágüez

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lunes, 25 de octubre de 2010

TE NECESITO

Necesito habitar los huecos de
tu cuerpo,
explorarlo hasta conquistar
tu sexo,
que me inhales en cada
respiración
para visitar las cúpulas
de tu pecho.


Tatuarte la espalda de
caricias.
Verme en tus ojos siempre
reflejada.
Abandonarme entre tus
muslos tersos.
Sentirte enamorada.


Autora: Nuria L. Yágüez

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domingo, 24 de octubre de 2010

PALABRAS ALCANFORADAS


- ¿Cuáles fueron sus últimas palabras?
- Me gusta la palabra alcanfor.
- Pobre polilla, que muerte tan horrible.


Autora: Nuria L. Yágüez

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jueves, 21 de octubre de 2010

PODRIA DECIRTE TANTAS COSAS

Hola mi amor


Te escribo esta carta sin saber porque, porque esto mismo podría habértelo dicho hace unas horas, cuando estábamos abrazadas en nuestra cama o dentro de un rato cuando volvamos a estar juntas. Pero prefiero hacerlo por carta, parece que la palabra escrita tarda más en envejecer.


Me gustaría poder decirte que no podría vivir sin ti pero no es así. Me gustaría poder decirte que mi vida no es la misma desde que estamos juntas, pero no puedo. Me gustaría decir que no pienso en otra cosa más que en ti, pero si lo hago miento. Que te adoro como a una diosa, pero no lo hago. Me gustaría poder decirte que tu sonrisa es lo único que ilumina mis días, pero el sol de mis días no la marca tu sonrisa.

Y no puedo por una sencilla razón.

No puedo decirte que no podría vivir sin ti, porque hasta el momento que te conocí viví muchos años sin tu compañía. Eso si, podría decirte sin miedo a equivocarme que los años que viviera a partir de ese momento se convertirían en una búsqueda incesable de tu energía porque después de vivir a tu lado se que es este el lugar que deseo habitar.

No puedo decirte que la vida no es la misma desde que estamos juntas porque se que si es la misma, es la mía, la que siempre he vivido. Pero se que ahora mi vida tiene muchos mas colores, mas matices. Que has enriquecido la visión que tengo de ella. Ahora sonrío más, porque a tu lado, cada mañana, tiene un motivo nuevo para despertar.

Y si mi amor, pienso en más cosas que en ti, pero ahora pienso en plural. He incluido en mis pensamientos todo lo que a ti te concierne. Y en los pensamientos que no estas, he añadido tu forma de ver la vida siempre sencilla y optimista. Ahora lo malo no es tan malo y lo bueno es mejor, así es como tú me has ayudado a pensar.

Y no, no te adoro como a una diosa porque tú eres mucho más cercana. Estás al alcance de mi mano, que te desea. Y al ser dos seres imperfectos podemos dedicarnos a mejorar nuestra vida cada día. Una Diosa no se permite momentos para encender la llama del deseo, como tu y yo lo hacemos a solas.

Tu sonrisa, tu sonrisa no es lo único que ilumina mis días, pues si en algún momento tu no sonríes, no quiero apagarme yo, si no encenderme más para alumbrar tu camino como tu haces cuando el mío oscurece.

Ahora solo se que quiero vivir a tu lado bajo seis arcos de colores como tu sonrisa invertida. Y mientras saborear contigo cada momento de felicidad, y dejarnos así llevar por la lujuria para gozar de nuestra propia luz, aunque al llegar aquí te hayas ruborizado.

Te deseo mi amor. Te amo y te deseo.


 Autora: Nuria L. Yágüez

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martes, 19 de octubre de 2010

TIEMPO DE DIOSES

Hubo un tiempo mejor que este, en el que los sabios eran reconocidos como sabios y no como locos, y los buenos hombres eran alabados como se merecían. Pero aún en aquellos tiempos la vida era difícil y corrías el riesgo de topar con intereses mayores, y sufrir las consecuencias. Uno de estos sabios, a los que me refiero, era un buen hombre, y este buen hombre fue crucificado en una cruz ante el dolor de aquellos que le amaban. Hoy, sin duda, hace falta más de un hombre como aquel, de auténticos discípulos, o de buena gente. Lo malo es que para reconocer a un sabio, hay que creer en él y la fe es un bien escaso en estos días.

Yo he conocido a uno de esos hombres, en un tiempo adverso para él.
Yo trabajaba de auxiliar administrativo en una multinacional, donde no era más que un número de personal, y una escasa nómina a final de mes. Hacía mi trabajo y vivía una vida simple, sin que nadie reparase en mí. Era un ser anónimo e indeterminado que se movía como un fantasma para no molestar, ni ser molestado. En una ocasión, me llegó una carta a casa, del psiquiátrico donde había estado ingresado el hermano de mi madre, hacía ya varios años. Me pedían que me pasara a firmar un papel, otro de aquellos fastidiosos papeles que de vez en cuando, aparecían en algún ordenador de la administración. Solicité un permiso de dos horas y ante la sorpresa de que el trabajador 630/72 pidiera algo, nadie se opuso.

Me puse mi abrigo de paño gris, sobre mi traje gris y acudí a su llamada en un día bastante gris.
- Gracias por venir tan rápido.- Me dijo el director del centro al salir del despacho. En la antesala esperaba un enfermo junto a un celador. Nos miramos mutuamente y saltó la chispa.

Lo primero que vi fueron sus ojos. Aquella mirada potente y misteriosa. Sus ojos de un azul difuminado estaban al fondo de la cueva profunda y oscura que había bajo sus cejas. Unas cejas blanquísimas y pobladas que parecían una cama de algodón para descansar los millones de viejos pensamientos, que habían pasado tras su frente arrugada. Daba la impresión de que aquellos ojos miraban hacia dentro, te traspasaban la mente y desnudaban tu alma.

Y era la intensidad de aquella mirada lo que electrizaba y te dejaba como hipnotizado. Como un grito sordo, susurró a mi paso “SOY GABRIEL, VENGO A DECIRTE QUE DIOS TE AMA”. Y rozó mi mano con sus nudosos dedos de viejo y se santiguó. Su tacto era áspero, sus arrugas eran profundas grietas horadadas en sus manos callosas, pero el momento fue dulce y agradable. Me invadió una gran calma. Fue como si el sentido de la vida pasara ante mis ojos a cámara lenta. Aquel magnetismo duró solo un segundo y después se difuminó como una nube de humo en una corriente de aire, cuando nuestras manos se apartaron. En aquel momento supe que jamás podría olvidar aquella magnitud de sentimientos, de dudas y de paz. Mi corazón encontró la calma, pero a mi mente llegó una inquietud que nada nunca me había hecho sentir.

Volví a mi monótona vida gris pero no podía dejar de pensar en él. Cerraba los ojos y veía los suyos. Intentaba pensar en otras cosas pero mi corazón seguía inquieto. Me costaba conciliar el sueño. Era como si aquel escaso roce siguiera erizando mi piel a cada momento.

A los dos días volví al psiquiátrico. Necesitaba verle de nuevo. No podía comprender porque aquel anciano había invadido mi vida de aquella forma. No sabía que iba a decirle, ni que quería preguntarle pero sabía que debía verle de nuevo. No sabía nada de él, solamente que se llamaba Gabriel. Pocos datos pero rezaba porque fueran suficientes.

Pregunté en admisión de enfermos y no supieron decirme nada de él.
- Estoy seguro. Hace dos días estaba aquí. Era un hombre mayor y estaba con un celador en la antesala del despacho del director.- Reiteré en mis preguntas.
- Le digo que aquí no hemos tenido a ningún enfermo con ese nombre.- Dijo la señorita después de consultar el ordenador por segunda vez.
- Puedo ver al director.
- En este momento no se encuentra en el centro.

“No hagas más preguntas, o terminarán encerrándote a ti” me dije a mi mismo. Como explicar lo que había sentido con el simple contacto de aquella persona, que parecía no haber existido y del que nadie, ni yo mismo sabía nada.

Al día siguiente volví a mi trabajo con la firme intención de olvidarle. Entré como todos los días en la oficina y cuando me dirigía a mi mesa, Magdalena, una compañera de sección me salió al encuentro. Al darme los presupuestos del año que me traía nuestras manos se rozaron.
- “Muchas gracias por todo. Eres una bellísima persona y te adoro por tu sencillez. Por ser el hombre sensible que eres. Y por tu discreción cuando nuestras miradas se cruzan. No quisiera perderte nunca como compañero pero me encantaría poder contar contigo como amigo.”

“¿Quién había dicho eso?” No había nadie a nuestro alrededor y ella no había abierto su boca. No podía entender. En realidad tampoco lo había oído pero tenía la certeza de que esas palabras no salían de mi mente era como si hubiera presentido un sentimiento. La miré a los ojos y supe que era ella quien sentía así. Algo me había hecho percibir la realidad que antes no veía, pero no quería preguntarme como o porque.
- ¿Querrías ,..., ?- Sentí autentico terror de decir lo que iba a decir.
- ¿Si?
- ¿Querrías tomarte algo conmigo esta noche?
- Me encantaría.- Dijo ella con una amplia sonrisa.

Nos cruzamos varias veces por la oficina y no volví a sentir nada fuera de lo normal. No volví a sentirme conectado con ella de aquella manera tan íntima. Mi corazón se aceleraba al verla pues siempre me había fijado en ella pero nunca pensé que ella sintiera nada por mí.

A la hora de la comida pasé por recepción para recoger el correo como siempre hacía. Carlos aquel joven introvertido y grande, con el que siempre comentaba los resultados de los partidos me dio dos sobres.
- Que pase feliz Navidad.- Me dijo mientras me tendía la mano.
- Igualmente.
- “Eres un tío grande. Siempre me has caído bien y me encantaría poder compartir contigo las entradas que tengo para el partido de este sábado. Pero seguro que tienes otros planes.”- Baje la mirada al suelo y suspiré asustado. Me había sentido conectado con alguna fuerza invisible, pues tenía la certeza de que él no había pronunciado aquellas palabras pero yo las había oído. Y aunque en ocasiones había oído hablar de situaciones así nunca les había dado credibilidad. Toda explicación posible escapaba a mi entendimiento pues no había sido educado para creer en estas cosas, sin embargo ahora sabía que eran ciertas.
- Este sábado hay partido ¿Verdad?- pregunté.
- Si, un partido buenísimo.
- ¿Te gustaría venir conmigo? Quizás pueda conseguir un par de entradas.- Dije con la absoluta certeza de que no las encontraría.
- Sería fantástico, pero no hace falta que las compres, a mí me regalaron dos ayer en un sorteo de la radio.

¿Cómo podía saberlo yo? ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué reconocía los pensamientos de la gente? Unos ojos profundos llegaron a mí. Este pensamiento me hizo recuperar la serenidad que había perdido. Supe que aquel contacto que tuve en el psiquiátrico tenía algo que ver con esto. ¿Pero a quién preguntar? Volví a darle la mano a Carlos, pero no sentí nada más que su tacto y un fuerte apretón.

No podía dejar de tocar a la gente. Hubo varias sensaciones más de ese estilo durante el día, la chica que día tras día me ponía la comida en el bar, mi jefe, unos cuantos compañeros y mi portera. Era curioso, toda esa gente me apreciaba más de lo que yo nunca creí. Me conocían. Sabían que existía. Era muy agradable.

Al salir de casa paré un taxi para acudir a mi cita con Magdalena. Cuando después de unos metros recorridos miré hacia el retrovisor y vi de nuevo esos ojos profundos y viejos.
- ¿Gabriel?- Dije sin sentir miedo.
- Dime.
- ¿Quién eres? Fui a buscarte y no te encontré. ¿Has tenido algo que ver tú en lo que hoy me está pasando?
- Si. He sido yo.
- ¿Por qué? ¿Cómo? No, no entiendo nada.
- Soy un ángel y he venido a cumplir un encargo.
- ¿Un ángel?- Pregunté incrédulo.
- Si un ángel.
- Perdona que no te crea, pero en los tiempos que corremos es peligroso ir por ahí diciendo que eres un ángel. Tenemos millones de curanderos que no sanan, de adivinos que nunca predicen nada, de magos que solo usan trucos, ¿Tú comprendes que me cueste creerte?- Gabriel seguía conduciendo lentamente y a pesar de ir con el tiempo justo, no me interesaba por donde iba ni si llegaría a tiempo a mi cita.
- ¿Alguna de esas personas hizo que escucharas lo que sienten por ti los que te rodean? - preguntó con calma.
- Podría ser un truco.
- ¿Y si te enseño las alas?- Preguntó riéndose de mí. Gabriel me miraba por el espejo retrovisor sin prestar atención al tráfico y notó la sorpresa en mi rostro.

Un niño cruzaba la carretera y Gabriel no pudo verle. Yo intenté avisarle pero la voz no salió de mi garganta. En el último segundo el niño se paro y levantó su vista al cielo. Gabriel volvía a leer mis pensamientos.
- ¿Me crees ahora?
- ¿Eso ,...,? ¿Eso lo has hecho tu?- Pregunté tratando de controlar mi corazón que se había disparado.
- Si, podemos hacer muchas clases de milagros. Nuestro señor hace años hizo algo más notorio y dos mil años después se sigue hablando de cómo se separaron las aguas.- Después puso la nota de humor- Así que últimamente somos algo más discretos.
- Pero ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? Yo no soy nada. Hay cosas mucho más importantes que yo, milagros que merecería mucho más la pena.
- Lo tuyo es una deuda antigua.- Dijo con cariño recordando algún tiempo pasado. Lentamente levantó la vista al retrovisor y reparó en mí.

Pasó su mano entre los asientos y la puso sobre mi rodilla. Como en una regresión, me vi treinta años atrás. La escena pasaba en el cuarto de mi madre. Yo había estado presente y no entendía porque me llevaba allí. Yo ya había vivido aquel momento. Mi madre agonizaba en su cuarto, yo me colé a escondidas de mi padre y la vi delirando por la fiebre, sin darse cuenta siquiera que yo estaba allí. Se quedó dormida y nunca más despertó. Al volver al presente intuí algunas cosas.
- ¿Fuiste tú? ¿Tú te la llevaste?
- Si.- Susurró con serenidad mirándome a los ojos y no me sentí mal.

Durante toda mi vida he llevado en mi cabeza las palabras que le escuche decir a mi madre, palabras sin sentido “No ya no lo quiero a él. Tú se lo explicarás. A mí ya todo me da igual. Díselo cuando más esté sufriendo”. Ella hablaba con mucha serenidad, como quien se quita un peso de encima que ha llevado durante años. La oí decir cosas durísimas que me han herido el alma durante toda mi vida. Se reía. Yo en un principio pensé que hablaba conmigo. Que me estaba pidiendo que le dijera a mi padre que no le quería. Luego me di cuenta que deliraba porque no contestaba a mis preguntas. Ya era incapaz de escucharme. A pesar de la certeza que tuve en aquel momento, siempre me he preguntado si deliraba o no.
- No deliraba.- Se me hizo un nudo en la garganta y confirmé que Gabriel leía mis pensamientos.- Sencillamente hablaba conmigo.
- ¿Entonces a quien era? ¿A quien no quería? ¿A mi?- Gabriel sonrió ante mi insistencia por comprender. Parecía un niño que empieza a descubrir el mundo y él un padre orgulloso y paciente.
- No, era un milagro. Eso que ella no quería, era su milagro. A las personas que en vida se lo han ganado, cuando mueren, se las concede un deseo. Algo que durante toda la vida han deseado en lo más profundo de su ser. Ella siempre deseó veros a tu padre y a ti. Quería ver a aquellos que la amaban. Ver su rostro.

Volvió a tocarme la rodilla y entonces les escuché a los dos.
- Hoy voy a concederte eso que siempre deseaste.
- No, ya no lo quiero.- Respondió mi madre, ante la sorpresa de Gabriel.
- Veo en tus ojos mucho amor.- Se sentó a su lado.- Comprendo por tus sentimientos, que ahora deseas que ese milagro que teníamos para ti, se lo concedamos a otra persona.- Una sonrisa fue su afirmación. -¿Y a quién deseas cedérselo?
- A él.- Gabriel miró confuso al niño que lloraba junto a su madre.
- Pero entiende que él no es ciego. Él puede ver a la gente.- No hizo falta aclaración.- Ah! claro. Tu deseo es que en algún momento, él sea consciente de quien es la gente que le quiere. Que lo vea con claridad. ¿No es así?- Mi madre volvió a sonreír-Solo se me ocurre un modo, pero podría ser terrorífico, pues él no entenderá como puede captar los sentimientos de la gente.
- Tú se lo explicarás.
- Es muy bonito lo que estas pidiendo, pero este era tu milagro.
- A mí ya todo me da igual.- Mientras hablaba con ella Gabriel la acariciaba la mano y ella sonreía. Había mucha paz en sus ojos.
- Hoy no puedo concedérselo porque tendría que consultar con el Señor si puedo hacerlo. De poder ser ¿Cuándo quieres que se lo diga?
- Díselo cuando más esté sufriendo

Jamás en la vida le dije a nadie las palabras que yo escuche decir a mi madre en su lecho de muerte. De modo que eso me hizo saber que era verdad lo que decía. Supe que Gabriel era un ángel. Cuando fui capaz de abrir los ojos y enjugar mis lágrimas, Gabriel ya no estaba en el coche. Un señor me abría la puerta.
- ¿Señor se encuentra bien? Está hablando solo.
- Si, disculpe.
- Necesito que me pague la carrera.- Era el conductor del taxi.

Tal vez al leer esto puedas pensar que todo fue fruto de mi imaginación. Piénsalo si quieres. No tengo una pluma de sus alas. No tengo una foto con él. Solo yo lo vi. Pero como le dije a Gabriel hay mucho loco suelto, por lo que no podemos creer en todo y mucha falta de fe, por lo que algunos no pueden creer en nada. Sin embargo yo se con certeza que tengo un ángel de la guarda, y no me importa mucho lo que digan los demás. Yo soy feliz, aunque ahora sea a mí al que le tachen de loco.
Autora: Nuria L. Yágüez

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lunes, 18 de octubre de 2010

TE EXTRAÑO MUCHO, Enigmático

Era noche cerrada. La lluvia resbalaba por los cristales como las lágrimas de Nora por sus mejillas. Lloraba pensando que hubiera pasado. Abrazada a su almohada en la oscuridad de su cuarto escuchaba una canción. “TE EXTRAÑO. COMO LOS ÁRBOLES EXTRAÑAN EL OTOÑO”. De pronto su teléfono móvil pitó señalando que había recibido un mensaje. Contuvo la respiración sin moverse de la cama. “No lo miraré” se prometió a si misma. “EN ESAS NOCHES QUE NO CONCILIO EL SUEÑO” Un pitido más. “No lo miraré” volvió a repetirse. “NO TE IMAGINAS AMOR COMO TE EXTRAÑO” Unos segundos más tarde pitó de nuevo. “Lo apagaré” se dijo por fin. Se levantó y justo en ese momento volvió a pitar.

Lo miró con la respiración contenida y un sobre le indicaba que tenía mensajes. Pulsó la tecla y en su pantalla de cuarzo apareció el mensaje. “Tiene 4 mensajes nuevos. Leer?” Ok dijeron al unísono la tecla, su dedo y su corazón. “TE EXTRAÑO COMO LOS ÁRBOLES EXTRAÑAN EL OTOÑO. Enigmático” decía el primer mensaje.”EN ESAS NOCHES QUE NO CONCILIO EL SUEÑO. Enigmático” decía el segundo. “NO TE IMAGINAS AMOR COMO TE EXTRAÑO. Enigmático” decía el tercero. “SI ME EXTRAÑAS MIRA DETRÁS DE TI. Enigmático” decía el cuarto. Nora sonrió, pero una lágrima luchaba por no caer de su párpado tembloroso, apagó el móvil.

Dejó caer el teléfono sobre el periódico del día, que había sobre la mesa, cuyo titular decía: “Ayer resultó muerto en su detención "Enigmático", el psicópata que martirizó durante meses a la famosísima NORA.”

A la mañana siguiente los titulares cambiaron. “NORA fue encontrada muerta ayer noche en su propia casa. Prosigue la búsqueda del verdadero ENIGMATICO.”
Autora: Nuria L. Yágüez

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viernes, 15 de octubre de 2010

QUISIERA ESTAR SIEMPRE CONTIGO

Quisiera ser viento
para alborotar tu cabello,
Quisiera ser cadena
para abrazarme a tu cuello.


Quisiera ser gallo
para despertar tu sueño.
Quisiera ser de tu vida
el único dueño.


Quisiera ser polvo
para posarme en tu suelo.
Quisiera ser peine
para acariciar tu pelo.

Quisiera ser caño
para besarte los labios.
Quisiera ser libro
para hacerte sabio.

Quisiera ser sol
para verte el primero
Quisiera que me quisieras
como yo te quiero.





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