viernes, 29 de abril de 2011

COMPRO CORAZON POR 50 EUROS


A Ramón Andueza le dijeron en una revisión física de la empresa que no tenía corazón ni alma. Tal vez no debía de haber hablado tanto con la psicóloga, el caso es que esa idea le atormentaba.
Después de comer había empezado a nublarse el cielo. Unas hora más tarde había una gran sombra negra sobre su cabeza, y minutos más tarde se resquebrajó el cielo y cayeron gotas como puños que dibujaban redondeles negros en la acera. Parecía que no fuera a llover nunca más. Le gustaban las tormentas y esos cielos dramáticos. De pronto una ambulancia rompió la monotonía de la lluvia obsesa. Entonces se acordó del vagabundo que dormía en la esquina. Pensó que se estaría mojando y para desquitarse de aquella afirmación que repiqueteaba en sus oidos decidió ir a darle 50 euros para un hostal y tal vez un plato caliente.
Al llegar al portal vio que bajaban ríos de agua y pensó “coño me mojaré los zapatos de piel” así que se los quitó y los dejó escondidos bajo las escaleras. Caminó a paso rápido pero el fuerte viento le arrebataba el  paraguas y calado como iba, decidió cerrarlo. Aceleró el paso. Al llegar a la esquina vio como el vagabundo intentaba cruzar la calle.
-       Eh tú,…, ehhh ,…, vagabundo – gritó.
El miró a aquel tipo descalzo que corría hacia él, con un paraguas cerrado con la que estaba cayendo y calado hasta los huesos, increpándole a voz en grito. Se asustó y echó a correr. Ni el pudo ver el coche, ni el conductor pudo verle a él. Ramón solo escuchó un ruido sordo al chocar contra el coche y el sonido de su cabeza al rebotar contra la acera. El coche había parado pero como no pudo ver a nadie en la calle desierta aceleró y desapareció calle arriba.
Ramón no lo podía creer, sintió un calor que le inundaba el cuerpo ascendiéndole hasta la cabeza. La ira lo ocupó todo. Le empujó con el pincho de su paraguas
-       Eh tu,…, ehhh, vagabundo, -repitió mientras seguía empujándole.
-       Mierda no me lo puedo creer, - grito con furia sobre el repiqueteo de la lluvia en la acera.- Con lo que he pasado para demostrar que se equivocaban conmigo. Mierda.- volvió a repetir mientras le golpeaba con el paraguas. Y volvió a casa mientras rezongaba algo inteligible, a darse una ducha caliente no fuera a coger un resfriado.


Autora: Nuria L. Yágüez


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